Especimenes trameros

Estos textos me gustan, ya que al tratarse de un caso verídico, se podría decir que se escriben solos. Los que leéis de forma habitual este blog sabréis que no me gusta el uso de tacos, así que en este texto intentaré no usar ninguno.

Todo ocurrió después de una agradable y divertida cena. Volvía solo en tranvía cuando, poco a poco fui viendo personajes interesantes dignos de ser mencionados en algún lugar, y que mejor lugar que este, pensé yo.

Mientras esperaba el tranvía llego un grupo de chavales de unos 18-20 años. Todos ellos iban muy bien arreglados, y serían lo que comúnmente llamamos pijos. Eran muy graciosos, ya que ellos jugaban a ser malotes. Uno fumaba un cigarro de la risa a mi lado, previamente liado y desparramado parcialmente en el suelo. Cuando consiguió liarlo, empezó a fumar tosiendo en todas y cada una de las caladas que le dio. Un zagal que estaba sentado más a la derecha dijo, y cito textualmente: “mi viejo se ha comprado un coche y le ha dado el A3 a mi hermano y el cabrón no me quiere comprar uno”. Pobre…

Otro chico del mismo grupo hizo ver que daba una patada a un tranvía que pasó de largo porque iba a cocheras. El resto se rieron mientras le decían “Madre mía, ¡estas loquísimo!”. Este mismo grupo de chavales no paraba de repetir la frase, “¡hoy si!”, después de un rato escuchando aquello, vi que se referían al hecho de estrenarse.

Una vez dentro, un grupo de chicas alegres entró unas paradas más tarde. Todas iban muy arregladas. Una de ellas llevaba unas botas por encima de las rodillas, otra unos tacones que casi agujerean el suelo, pero una me sorprendió; llevando unas botas con pelos, que eran muy parecidas a unos descansos que llevaba yo cuando iba a esquiar con el instituto. Esa poca elegancia me escandalizó, aunque rápidamente me dejo más tranquilo sacando unas botas de tacón del bolso mientras decía “¿cómo me  voy a poner esto? Nunca he podido sola, y aun menos quitármelos”.

Finalmente entró un chico que decidió que el ambiente era algo soso, así que muy amablemente nos ofreció un hilo musical magnífico. Se trató de una misma canción de reggaetón durante las 7-8 paradas que compartí con él. A unos 3min de canción, echar cálculos. 

Esa noche me enseñó una valiosa lección con varias soluciones:

A)     El próximo día me vuelvo en taxi.

B)      El próximo día llevaré mp3.

C)    El próximo día, después de cenar, me voy a darlo todo, de manera que cuando coja el tranvía estos especímenes pasen inadvertidos para mí.