jueves, 30 de junio de 2011

Patadas a la lengua


En el hinstituto me parecía hindignante el echo de que por un hacento de nada me quitaran una decima de la nota de mi ecsamen, aunque no fuera de lengua. Ahora lo pienso y aún me duele más cuando beo que en muchísimos otros sitios no lo hacían, o si lo acían a la gente se la traia floja bisto lo bisto.


Pase que en la universidad los profesores escrivan en la pizarra i se les escape alguna que otra falta de hortografia, son personas, muchos de ellos personas crueles i descabelladas, pero personas al fin i al cabo. Lo que no me parece tan normal es que a la ora de pasarnos o colgarnos hapuntes se les cuelen faltas de hortografía del hestilo “a ver en lugar de haber” o cambios de B por V en barias palabras o ya el colmo es cuando hablan como indios sin conjugar los verbos o conjugándolos mal que no se que es peor. 


A mis profesores siempre les quedara la tonta escusa, que yo uso a menudo “es que soi de números”. Pero el colmo es cuando estas leyendo felizmente el periódico o alguna pajina de información y ahí se les cuelan también errores, algunos de ellos detectables por el corrector mas cutre de Word que puedas tener. 


Seguramente no soi la persona mas hindicada para acer este escrito, pero como dicen, o decían la última vez que lo vi, en Polonia “algú ho havia de dir!”. Solo me queda pedir disculpas si en heste o en algún otro tecsto me se ha colado alguna herrata.

jueves, 23 de junio de 2011

Un texto del cagar!

Mejor insinuar que enseñar...
Dios me libre a mí de intentar hacer publicidad engañosa en los títulos de las entradas del blog para crear una gran expectativa. Siempre intento cumplir con lo que cada uno espera encontrar. Véase la entrada “La historia del año”, alguien pudo pensar que se trataba de una trepidante historia de alienígenas que invadían la tierra, pero no, en el título no ponía “Invasión alienígena a la tierra”, así que… ¡culpa vuestra!

Con todo esto solo quiero decir una cosa sin andarme por las ramas. Hoy vamos a hablar de… como decirlo finamente… deposiciones humanas. Es un tema desagradable, pero a la vez que todo el mundo ha hablado de ello y sobretodo, todos los lectores del blog lo hacen, no disimuléis. Ahora hay quien pensará: “Al sr. Kupyni se le acaban los temas i recurre al humor fácil… ¡Que vulgar!”. Bueno pues dos cosas: Lo primero es que quien haya pensado eso, es un repelente y lo segundo que además es un repelente equivocado. Esta es mi vía de escape, la manera que encontrado de dejar constancia de mi indignación sin que nadie salga herido, y eso haré hoy. 

Puedo entender que esto de lo que hoy hablamos es una necesidad humana y aunque sea algo desagradable HAY QUE HACERLO, así que puedo entender que si haces un vuelo transoceánico de 12 horas te entren la ganas i bueno va, para eso hay lavabos en el avión, i bien mirado si te esperas al momento justo igual le cae a alguien que se lo merece. También me entra en la cabeza, que si trabajas o estudias unas 8 horas vayas en un momento al lavabo y te alivies. Es más, incluso puedo llegar a entender que vayas a comer fuera de casa y a la hora del café, te venga un apretón, ¡ADELANTE! Lo que no puedo entender, es que hayas salido de casa hace un par de horas y te pongas a cagar en la universidad, en el trabajo o en un avión. Por poner un ejemplo totalmente al azar y que aunque me haya pasado estos días podría ser hipotético. Si la biblioteca abre a las 15’30h, NO PUEDE SER que a las 15’45h entre al lavabo (¡A ORINAR, QUE OS VEO VENIR!) y este eche una peste inhumana. Ya en casa, es molesto ir al lavabo después de la gente que vive bajo tu mismo techo, llámale padres, compañeros de piso o pareja,  así que una persona de la cual no conoces ni el nombre, no es llevarte una buena primera impresión.  

Así que para todos aquellos que defienden el cagar fuera de casa, yo digo SI, peeeeero en caso de urgencia. Así que ya sabéis: de casa se sale cagao y limpio.

jueves, 16 de junio de 2011

Todo tiene su que...


Hola soy Kupyni Kivulgui tal vez me recuerden de otras entradas como “Acoso religioso” o “El día en que la palabra sidecar me abrió los ojos”. Al leer esta frase, la gran mayoría o incluso todos vosotros habréis pensado lo mismo. “¡Maldito plagiador!” Y es aquí cuando yo os pregunto: ¿quíen de vosotros no ha dicho nunca la frase: “Como en el capítulo de los Simpson que…”?


¿Quién no ha ido a clase con un pequeño Bart? ¿O con Lisa? ¿Y cuántas veces tomando unas cervezas con los amigos no has encontrado a la parroquia del Bar de Moe empinando el codo en la barra? 


La verdad es que desde que tengo uso de razón dan los Simpson a la hora de comer, y desde que tengo uso de razón los veo. También muchas situaciones de películas de verdad han sido llevadas a los Simpson, el Resplandor, cuando “sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza”, Terminator, cuando Homer persigue el coche de Flanders con los palos de golf o también el disfraz de Bart emulando la Naranja mecánica. De hecho ha habido películas que no había mirado i cuando finalmente las he visto he dicho “pero si esto sale en los Simpson”, por ejemplo la escena de Reservoir Dogs donde es el gato el que es rociado con gasolina. 


Esto me hace pensar que por más que vea los Simpson jamás sabré de primeras quien es Rasca y quien es Pica.  

viernes, 10 de junio de 2011

Generación Ni-Ni, ¡¡¡Pero merecida!!!


Cuando oímos en la tele algo sobre a la generación ni-ni, a todos nos viene a la cabeza la imagen de un joven engominado, con cruces que le cuelgan de la oreja, un coche tuning en el cual, quizás, tiene un rosario colgado del retrovisor. Pero no es de esto de lo que os quiero hablar. Hace ya varios días hice una entrada de tribus urbanas. Aunque en aquel caso no hablaba bien bien de una tribu urbana, podríamos decir que hoy es la segunda parte. Esta vez, tampoco hablaré del todo de una tribu urbana en sí.


Una generación ni-ni es aquella que ni estudia ni trabaja. Pues bien, hoy vamos a hablar de los jubilados. No son personas extrañas ni mal vistas por la sociedad, así quien más quien menos, todos hemos visto alguno. Los podemos reconocer rápidamente porque acostumbran a llevar una gorra/boina, o un bastón, o un palillo en la boca… Pero a veces, también van de incognito y a simple vista no los podemos distinguir. Lo que de verdad los hace inconfundibles son sus actividades. 


Los que aun pueden disfrutar del deporte los podemos ver en plazas y plazoletillas de tierra jugando a la petanca. Un juego que todos hemos visto y sabemos de qué va, pero si nos pusiéramos a jugar nos humillan. En este deporte, como en la mayoría, podemos distinguir dos clases de jugadores: los aficionados y los profesionales. Los profesionales no se reconocen porque jueguen mejor o peor. Se reconocen porque les basta con sacar un cordel de su cinturón o del bolsillo para subir la bola hasta ellos. No son tan pringados como para agacharse.  


Otra actividad que les gusta mucho y que seguro estáis esperando es la de ver obras. Aquí aunque no nos lo creamos a primera vista también hay dos tipos de jubilado: el aficionado y el profesional. El aficionado se limita a mirar y comenta con otros espectadores lo que ven. En cambio, el profesional, se permite el lujo de decirles a los albañiles como debe hacer su trabajo. 


Pero sin duda alguna, las actividades que más me fascinan son las que ayudan a la sociedad. El otro día las viví en primera persona y espero que hayáis vivido para entender. El primer caso es el del jubilado tipo héroe o urbano. El otro día sin ir más lejos, iba como loco con mi moto dirigiéndome descontroladamente hacia un paso de cebra de esos elevados, i cuando ya iba casi a unos 30km/h y me disponía a hacer el mal, apareció ante mí un jubilado con la mano arriba i clavándome la mirada mientras con la otra mano indicaba a su señora y a otras mujeres que pasaran sin ningún temor. El estaba allí. Creo que he superado mis miedos desde que me fallaron los agentes cívicos. 


El último caso lo viví llegando a casa. Una joven intentaba aparcar su coche mientras un abuelo le daba indicaciones precisas con palabras como: “tira, tira!”, “endereza” o “vale, vaaaaleeeee”. Recordé cuando mi abuelo hacía lo mismo cuando eran mis padres los que aparcaban, así que no me sorprendió mucho. Mi sorpresa llegó cuando al bajarse del coche, la chica, dio las gracias al hombre y se fue cada uno por su lado. ¡Lo hacía desinteresadamente!


Es por todo esto que hago un llamamiento, no subamos más la edad de jubilación. Bajémosla a 60 o 50 años, así podrá haber más héroes en las calles que velan por nuestra seguridad.

jueves, 2 de junio de 2011

Frases de la infancia

Juego que representa a la perfección la
infancia, pero que yo tube...








El otro día en una plaza de cuyo nombre no puedo acordarme, o más bien no sé, había una panda de niños de unos 8 o 9 años que jugaban con una pelota aprovechando los últimos rayos de luz que el sol dejaba caer sobre aquel terreno, una manera muy poética de decir que eran más o menos las 20’30h.

Aquella situación me trasladó a mi infancia, cuando pasaba muchísimas horas corriendo detrás de un balón todos los días en el parque de debajo de mi casa. Me sentía muy identificado con aquellas criaturas hasta que llegó el punto de inflexión. Uno de los niños en cuestión recibió la señal de su madre para marcharse a casa; el chaval muy educado se despidió de sus amigos: “venga peña, me doy el piro”. A cuadros me quedé al oír aquella frase; hacían lo mismo que yo cuando era pequeño, pero para nada hablaban igual que yo. En ese momento me vinieron a la mente varias frases que se decían.

Jugando al futbol recordé una situación muy curiosa. Cuando estaban hechos los equipos, se corría desde el medio del campo como si el mundo se acabase i se saltaba a tocar el larguero para no meterte, aunque siguiendo con las frases, era más eficaz decir: “ulti”, no había tiempo que perder diciendo “último”, el siguiente decía “pénul” i luego venía el “ante”. Lo más gracioso venía después, cuando el 4º hacía uso de su imaginación diciendo “ante-ante” o cosas similares. Sin dejar el recreo, también había expresiones para cambiar cromos al decir “tengui”, “falti” o “repe”. 

En otra situación muy típica de niños, como es meterse los unos con los otros, también había frases que “lo petaban”. Ya te podían decir las cosas más fuertes que te pudieses imaginar que con un simple “rebota rebota y en tu culo explota” ya te sentías el campeón de aquella batalla dialéctica. 


Por último los niños de mi época hacíamos 7.394 actividades extraescolares, entre las cuales las que más nos gustaban era hacer cualquier deporte, música o muchas otras. Pero había una que a mí me gustaba especialmente. Ir a clase me daba pereza, no se me daba especialmente bien, pero el hecho de decir “hoy tengo inglish pitinglish”, me hacía el niño más feliz del mundo.